Hoy en día, invertir en la bolsa de valores es una buena alternativa para obtener beneficios, pero para poder lograrlo hay que conocer bien su funcionamiento. En cuanto a las compañías, cotizar en un mercado bursátil es de gran importancia para las mismas, ya que consiguen financiación para poder financiar sus proyectos de desarrollo y expansión.
Debido a su importancia e complejidad, las bolsas de valores son vigiladas por distintos organismos públicos, privados y descentralizados. Dichas instituciones se encargan de velar por la legitimidad y transparencia de las actuaciones de los mercados de valores, así como de su regulación.
En lo que refiere a sus principales características, la bolsa de valores es una organización privada, en la que los demandantes y los oferentes de liquidez realizan todo tipo de transacciones de compra-venta de valores, como por ejemplo acciones, bonos, certificados, títulos de participación, etc. Con la compra de un título valor, se adquiere un derecho privado patrimonial.
En cuanto al funcionamiento del mercado de valores, se realiza bajo una dinámica de trabajo y, la interacción entre los demandantes y los oferentes altera los precios de los activos financieros, cuanto más demandado sea un producto, más elevado será su valor de adquisición.
Para poder llevar a cabo negociaciones, dado que el vendedor y el comprador no pueden realizar las transacciones de forma directa, cada una de las partes necesita un corredor de bolsa, también llamado broker. Por cada operación que realicen, estos intermediarios cobran una comisión que oscila entre el 0,5% y el 1% del valor de la inversión.
El segundo paso es elegir la composición de nuestro portfolio para que queden reflejados los activos en los que debe invertir el corredor. Dependiendo de los objetivos que tiene el comprador, puede elegir portafolios individuales, carteras colectivas, o ambos. Es importante saber también que no existe un valor mínimo de inversión.
En general, hay dos formas de rentabilizar las inversiones realizadas. La primera es comprar títulos valores de compañías sólidas, que tengan un crecimiento paulatino y, conservarlos durante un largo periodo de tiempo.
La siguiente manera es adquirir títulos valores para venderlos a corto plazo. Se trata, pues, de esperar hasta que su precio aumente y, una vez alcanzado el valor deseado, venderlo. Con este método se pueden ganar grandes márgenes de rentabilidad en muy poco tiempo.
En todo caso, para ser un buen inversor, es necesario tener buenas y flexibles estrategias y mucha paciencia, ya que no se recomienda tomar decisiones impulsivas. Además, para poder fijar nuestros objetivos es fundamental conocer bien las tendencias de los distintos activos del mercado de valores.